Hola hermanos, los capítulos finales de Jueces vienen a ser un reflejo del desastre moral y espiritual del pueblo de Israel. Es el final esperado de una vida en decadencia. Está ultima parte la define el autor del libro muy bien:
“En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.”
Jueces 17:6
Era tal la anarquía política y religiosa que cada uno hacía lo que bien le parecía. Tengamos cuidado porque este cuadro que se nos describe se nos parece mucho al que estamos viviendo hoy. Un mundo religioso lleno de buenas intenciones en camino equivocado.
La historia nos habla de Micaía de la tribu de Efraín, curiosamente su nombre quiere decir “¿Quién es como Jehová?” un hijo malcriado por la madre, le había robado mil cien siclos de plata, una suma considerable. Se los devuelve a la madre por las maldiciones que esta había proferido y ¿cuál es su reacción? “Bendito seas de Jehová, hijo mío” ni una reprimenda, más bien un reconocimiento, es más coge el dinero yo te lo devuelvo es para el Señor, él no lo acepto.
Y que se hace con parte del mismo unas imágenes de Dios, un efod e ídolos familiares. Tenía un altar familiar en casa para adorar a Dios y sabrá usted que otras cosas. Y claro en todo altar que se respete debe haber un sacerdote, función en la que nombro a su hijo.
Pero Micaía se puso de suerte y se encontró con un levita, de la tribu de Judá, sacerdote de profesión que dice “voy a vivir donde pueda encontrar lugar” esta era su oportunidad de legitimar su lugar de adoración y le propone: “Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida.”
Una propuesta mutuamente beneficiosa Micaía tiene un sacerdote y el levita tiene casa, salario y comida. Negociación terminada y pactada “Y Micaía consagró al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y permaneció en casa de Micaía.”
Leamos el ultimo verso de este capítulo “Y Micaía dijo: Ahora sé que Jehová me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote.” Todo lo que hizo este hombre fue para adorar a Jehová y que este le prosperará, su temor a Dios es verdadero, su religiosidad es genuina, sus intenciones son buenas pero el camino es equivocado totalmente.
Este hombre pertenece al pueblo de Dios, el levita es sacerdote por su linaje, los dos tenía la supuesta “intención” de servir a Jehová, pero estaban haciendo todo lo contrario.
Si de verdad queremos adorar a Dios, no puede ser como “bien me parezca” debe ser como Dios manda. Y Dios había mandado expresamente que no se hiciera ninguna imagen para adorar. Tampoco había mandado hacer un altar o templo familiar. Micaía no estaba autorizado a nombrar u ordenar sacerdotes para el servicio a Jehová.
Por otro lado, el levita es más un ministro a sueldo, que busca su tranquilidad y bienestar por encima de cumplir con su ministerio. Él debía conocer la ley, saber que estaba mal lo que estaba haciendo, al menos debía conocer la historia de Aarón y el becerro de oro, pero no le interesaba. Este es más culpable todavía.
Lo que se nos relata en el capítulo siguiente así lo demuestra, cinco espías de Dan lo consultan para que les diga palabra de Jehová y él les dice lo que quieren oír. Después cuando estos espías regresan con su ejército nos dice el texto:
“Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel? Y se alegró el corazón del sacerdote, el cual tomó el efod y los terafines y la imagen, y se fue en medio del pueblo.”
Jueces 18:19,20
El sacerdote se va con el mejor postor y se lleva el altar que no era suyo con él. Micaía los persigue, pero no puede recobrar ni su altar ni el sacerdote. Ahora la tribu de Dan asume la adoración equivocada de la casa de Micaía. Y esto es lo malo de las buenas intenciones son muy contagiosas y arrastran muchos seguidores llenos de buenas intenciones o de una aparente religiosidad. Pero como dice el dicho “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”
Buenas intenciones camino equivocado. Lamentablemente el mundo moderno está lleno de historias similares. Cuantos “cristianos” en el pueblo de Dios, llenos de buenas intenciones, buenos sentimientos, deseos inmensos de agradar al Señor y proclamar su evangelio. Hacen un sin número de cosas para Dios, QUE DIOS NO HA MANDADO O APROBADO.
Sencillamente porque es bonito, porque es bueno, porque hay que actualizarse o modernizarse a los nuevos tiempos. Micaía lo que hacía era para Jehová, pero no había ninguna diferencia entre el mundo pagano, su comportamiento y el servicio a sus dioses y lo que este hacía. Como tampoco hoy lo hay entre el mundo religioso y el mundo.
Debemos tener mucho cuidado con lo que hacemos para el Señor, lo primero que debemos entender es que mis buenas intenciones o deseos NO IMPORTAN. Lo que importa es el deseo y voluntad de Dios y eso lo tenemos en su palabra.
La advertencia de Jesús es atemorizante:
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”
Mateo 7.21–23
Hermanos tengamos mucho cuidado “¡Podríamos olvidar a Dios, aunque nunca dejemos de hablar de Él!”